Resulta curioso comprobar como las principales trabas frente al cannabis terapéutico vienen, casi siempre, de la gran industria farmacéutica. Y es que las empresas de desarrollo de medicamentos parecen ver en la marihuana a un competidor en el reparto de la gran tarta de beneficios del sector, más que como una materia prima que podría dar lugar a terapias eficaces para tratar ciertas enfermedades como la epilepsia, determinados dolores tumorales o el estrés postraumático. Puede que el problema resida, precisamente, en la eficacia del cannabis frente a algunas de estas dolencias.
Y es que para las grandes farmacéuticas, el negocio no reside en crear productos para curar enfermedades, sino en diseñar medicamentos para hacer que dolencias relativamente serias y potencialmente mortales se conviertan en crónicas y, así, garantizarse un flujo de ingresos eterno. Un reciente reportaje publicado en Vice mostraba el nexo económico que existe entre algunos políticos y portavoces de lobbies anti-marihuana y la industria de fabricación de analgésicos.
Se ponen como ejemplos, entre otros, al doctor Herbert Kleber, de la Universidad de Columbia, y, a la sazón, consultor de firmas farmacéuticas como Purdue o Reckitt Benckiser (los fabricantes del Nurofen). Asimismo, se señala al Doctor Eden Evins (profesor en Harvard) y asesor-consultor de Pfizer, o Mark Krauss, miembro de la American Society of Addiction Medicine y, en efecto, también consultor bien pagado de Pfizer y Reckitt Benckiser. Todos ellos han denunciado que legalizar la marihuana sería más o menos una afrenta al american way of life y un riesgo para la seguridad ciudadana.
La gallina de los huevos de oro
No es extraño que los principales ‘voceros’ de la industria de los analgésicos y los tranquilizantes estén nerviosos ante las posibilidades terapéuticas de la marihuana. Estamos ante un sector que mueve miles de millones al año, sólo en el mercado estadounidense. De hecho, el 80% del consumo de analgésicos o sedantes se desarrolla en los EEUU. Más de 131 millones de dosis administradas cada año, lo que supone millones de dólares de ganancias. Lo que la letra pequeña no apunta es que los tratamientos frente a la adición y abuso a los tranquilizantes suponen para los EEUU un gasto de unos 70 billones de dólares anuales.
Cada año, sólo en los EEUU, más de 15.000 personas fallecen como consecuencia de una ingesta de tranquilizantes inadecuada, aún habiendo sido estos recetados por un médico. Y es que si juntamos a todas las personas que murieron en los EEUU por la marihuana y la heroína el pasado año, no nos saldrían tantos decesos.
Si ahora os tomáis el esfuerzo de analizar estadísticas de fallecimientos relacionados con el consumo de marihuana y los enfrentáis a los provocados por el exceso de analgésicos puede que os llevéis una gran sorpresa. Seguro que en su labor de lucha contra la legalización de la marihuana terapéutica, los portavoces de la industria farmacéutica no desglosan dichos datos. Por algo será.
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